Y el primero: tales eran los cuatro querubines de Ezequiel, que sostenían el trono móvil de Dios; mientras que cada uno de los que cubrieron el propiciatorio en el lugar santísimo tenía estos cuatro rostros: de donde un gran hombre tardío supone que fueron emblemáticos de la Trinidad y la encarnación de la segunda Persona. Un águila voladora, es decir, con las alas expandidas.

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