Abre tu boca, ni para justificarte a ti mismo, ni para condenar a otros, ni para pelear con tu Dios. A causa de tu vergüenza, tal confusión por tu pecado te cubrirá. De hecho, cuanto más sentimos el amor de Dios, más avergonzados nos sentimos de haberlo ofendido. Y cuanto más aumenta nuestra vergüenza por el pecado, más aumenta también nuestro consuelo en Dios.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad