Parece muy ambiciosa del amor de su marido; consideraba que la falta de ella era su aflicción, sin reprocharle por culpa suya, ni reprochárselo; pero poniéndolo en serio como su dolor, que tenía motivos para soportar, porque estaba consintiendo en el fraude por el que se convirtió en su esposa. Llamó a su primogénito Rubén, ver un hijo, con este pensamiento agradable, ahora mi esposo me amará.

Y su tercer hijo Levi, se unió, con esta expectativa: Ahora mi esposo se unirá a mí. El Señor oyó, es decir, se dio cuenta de que yo era aborrecido, por eso me dio este hijo. A la cuarta llamó a Judá, alabar, diciendo: Ahora alabaré al Señor. Y este era él, de quien, en cuanto a la carne, vino Cristo. Cualquiera que sea el motivo de nuestro regocijo, debe ser el motivo de nuestra acción de gracias.

Y todas nuestras alabanzas deben centrarse en Cristo, tanto como el asunto de ellos, como el Mediador de ellos. Descendió de aquel cuyo nombre era alabanza, porque él es nuestra alabanza. ¿Está Cristo formado en mi corazón? Ahora alabaré al Señor.

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