Por tanto, ahora no podían creer; es decir, por el juicio justo de Dios, por su obstinación y resistencia voluntaria de la verdad, fueron finalmente tan abandonados a la dureza de sus corazones, que ni los milagros ni las doctrinas de nuestro Señor pudieron causarles alguna impresión.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad