Por sus frutos los conoceréis.

Esta figura común es maravillosamente expresiva. No son las hojas (profesiones) ni la apariencia las pruebas propias de la vida que hay en el árbol, sino el fruto que da. Debemos probar a los hombres ya toda institución según este principio. El hombre cuya vida es mala es del maligno. Cualquier institución que produzca resultados perniciosos debería quedar en nada.

¿Recogen los hombres uvas de los espinos o higos de los cardos?

Estos frutos son los más apreciados en Oriente. De los maestros debemos buscar solamente frutos valiosos; pero los falsos maestros sólo pueden dar a luz según su género. Son "espinas" y "cardos". El punto en el que insiste el Salvador es la imposibilidad de obtener buenos frutos de malas hierbas o plantas.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Nuevo Testamento