Ver 24. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna, y no vendrá a condenación; pero ha pasado de muerte a vida.

BRILLO. Habiendo dicho que el Hijo da vida a quien quiere, muestra a continuación que alcanzamos la vida por medio del Hijo: De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna.

AGO. Si en el oír y en el creer está la vida eterna, ¿cuánto más en el entender? Pero el paso a nuestra piedad es la fe, el fruto de la fe, la comprensión. No es, Cree en Mí, sino en Aquel que Me envió. ¿Por qué uno ha de oír su palabra y creer en otro? ¿No es que Él quiere decir, Su palabra está en Mí? ¿Y qué es, Oye Mi palabra, pero me escucha a Mí? Y es: Creed en el que me envió; es decir, el que cree en El, cree en Su Palabra, es decir, en Mí, porque Yo soy la Palabra del Padre.

CHRYS. O no dijo: El que oye mis palabras, y cree en mí; como habrían pensado esta vana jactancia y arrogancia. Decir cree en el que me envió, era una mejor manera de hacer aceptable su discurso. A este fin dice dos cosas: una, que el que le oye, cree en el Padre; la otra, que el que oiga y crea, no venga a condenación.

AGO. Pero, ¿quién es esta Persona favorecida? ¿Habrá alguien mejor que el Apóstol Pablo, quien dice: Todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo? Ahora bien, juicio a veces significa castigo, a veces juicio. En el sentido de juicio, todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo: en el sentido de condenación que leemos, algunos no vendrán a juicio; es decir, no será condenado. Sigue, pero ha pasado de muerte a vida: no, ahora pasa, sino que ha pasado de la muerte de incredulidad a la vida de fe, de la muerte del pecado a la vida de justicia.

O, tal vez se dice así, para evitar que supongamos que la fe nos salvaría de la muerte corporal, esa pena que debemos pagar por la transgresión de Adán. Aquel en quien todos estábamos entonces, escuchó la divina sentencia: Ciertamente morirás; ni podemos evadirlo. Pero cuando hayamos padecido la muerte del hombre viejo, recibiremos la vida del nuevo, y por la muerte daremos paso a la vida. Pero ¿a qué vida? A la vida eterna: los muertos resucitarán al fin del mundo, y entrarán en la vida eterna. Porque esta vida no merece el nombre de vida; sólo es verdadera la vida que es eterna.

AGO. Vemos a los amantes de esta vida transitoria presente tan concentrados en su bienestar, que cuando están en peligro de muerte, tomarán cualquier medio para retrasar su llegada, aunque no pueden esperar ahuyentarla por completo. Si se gasta tanto cuidado y trabajo en ganar un poco más de vida, ¿cómo debemos luchar por la vida eterna? Y si son tenidos por sabios, los que se esfuerzan por todos los medios en posponer la muerte, aunque puedan vivir unos pocos días más; ¡Cuán insensatos son los que viven de tal manera que pierden el día eterno!

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