Versículo 13. "Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; porque ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando".

Orígenes: Cristo es verdaderamente el Hijo de ese Dios que dio la Ley; siguiendo el ejemplo de las bendiciones pronunciadas en la Ley, Él mismo pronunció las bendiciones de los que son salvos; y también después de las maldiciones de la Ley, Él ahora anuncia un ay contra los pecadores; "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!" Los que admiten que es compatible con la bondad pronunciar estas denuncias contra los pecadores, deben comprender que el propósito de Dios es el mismo en las maldiciones de la Ley.

Tanto la maldición allí como la aflicción aquí caen sobre el pecador no de Aquel que denuncia, sino de ellos mismos que cometen los pecados que son denunciados, y dignamente traen sobre sí mismos las inflicciones de la disciplina de Dios, señalada para convertir a los hombres al bien. Así, un padre que reprende a un hijo pronuncia palabras de maldición, pero no desea que sea merecedor de esas maldiciones, sino que se aparte de ellas.

Añade la causa de este ay: "Cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; porque ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando". Estos dos mandamientos son por naturaleza inseparables; porque el no dejar entrar a otros, es suficiente por sí solo para mantener fuera al que estorba.

Pseudo-Chrys.: Por "el reino de los cielos" se entiende las Escrituras, porque en ellas está alojado el reino de los cielos; la comprensión de éstos es la puerta.

O "el reino de los cielos" es la bienaventuranza de los cielos, y su puerta es Cristo, por quien entran los hombres. Los porteros son los sacerdotes, a quienes se encomienda la palabra de enseñar o interpretar las Escrituras, por la cual se abre la puerta de la verdad se abre a los hombres. La apertura de esta puerta es interpretación correcta. Y observe que Él no dijo: "Ay de vosotros", porque abrís, sino "porque cerráis"; las Escrituras, pues, no están cerradas, aunque son oscuras.

Orígenes: Los fariseos y los escribas no querían entrar, ni escuchar al que dijo: "Por mí, si alguno entra, será salvo"; [ Juan 10:9 ] ni dejarían entrar a los que podían haber creído por medio de las cosas que antes habían sido dichas por la ley y los profetas acerca de Cristo, pero cerraron la puerta con toda clase de artimañas para impedir los hombres entren.

También se desviaron de Su enseñanza, negaron toda profecía concerniente a Él y blasfemaron cada milagro como engañoso u obra del Diablo. Todos los que en su mala conversación dan ejemplo de pecado al pueblo, y cometen injusticia, ofendiendo a los débiles, parecen cerrar el reino de los cielos delante de los hombres. Y este pecado se encuentra entre el pueblo, y principalmente entre los doctores, cuando enseñan a los hombres lo que la justicia del Evangelio exige de ellos, pero no hacen lo que ellos enseñan.

Pero los que enseñan y viven bien, abren a los hombres el reino de los cielos, y entran por sí mismos e invitan a otros a entrar. Tampoco muchos dejarán a los que quieren entrar en el reino de los cielos, cuando sin razón excomulgar por celos a los que son mejores que ellos; así les niegan la entrada, pero estos de espíritu sobrio, venciendo con su paciencia esta tiranía, aunque prohibida, sin embargo entran y heredan el reino.

También los que con mucha temeridad se han puesto a la profesión de enseñar antes de haber aprendido, y siguiendo las fábulas judías, desmerece a los que escudriñan las cosas superiores de la Escritura; éstos, en la medida de lo posible, excluyen a los hombres del reino de los cielos.

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