Los hombres nuevos no vierten vino nuevo o sin fermentar en odres viejos y gastados. "Mis discípulos", parece decir nuestro Señor, "todavía no son fuertes. Todavía no han sido bautizados en el Espíritu. Necesitan ternura y consideración. No podrían soportar más la nueva y severa doctrina de lo que una túnica vieja podría soportar la inserción de un pieza de tela nueva que nunca había pasado por las manos del batanero". Al entrenar a Sus discípulos, nuestro Señor nunca les quitó el vino añejo hasta que fueron capaces de saborear el nuevo. En Romanos 14 tenemos el mejor comentario práctico sobre Sus palabras.

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