No hay nada muy particular en las exhortaciones del apóstol. Su gran preocupación era la explicación que hemos estado considerando. Ora para que Dios y el mismo Señor Jesús, que les había dado los consuelos seguros y eternos del evangelio, conforten sus corazones y los confirmen en toda buena palabra y obra. Pide sus oraciones para que sea preservado en sus labores. No podía sino esperar encontrar a hombres irrazonables y animados por la enemistad, porque la fe no era la porción de todos.

Era sólo un caso para la mano protectora de Dios. Con respecto a ellos contó para este fin con la plenitud de la fe del Señor. Él contó también con su obediencia, y ruega a Dios que dirija sus corazones hacia estos dos puntos, de los que hemos hablado al estudiar la Primera Epístola, el amor de Dios y la espera paciente con que Cristo esperó los dos puntos en los que el toda la vida cristiana se resume en sus objetos, en sus resortes morales. ¡Cristo mismo estaba esperando un dulce pensamiento! Debían esperar con Él, hasta el momento en que su corazón y los corazones de los suyos se regocijaran juntos en su encuentro.

Esto era lo que necesitaban. Por un lado, habían creído que los santos muertos no estarían listos para ir al encuentro del Señor; por otro, habían pensado que el día del Señor ya había llegado. Les era necesario el disfrute del amor de Dios y la paz del corazón en la espera de Cristo.

Esta excitación a la que habían sido conducidos también se había revelado en algunos de ellos por su negligencia en sus labores ordinarias, "no trabajando en absoluto sino siendo entrometidos", entrometiéndose en los asuntos de los demás. El apóstol les había dado un ejemplo muy diferente. Los exhorta a ser firmes y a apartarse de aquellos que no escucharon sus amonestaciones, sino que continuaron andando desordenadamente y en la ociosidad; sin embargo, no de tal manera que los trate como enemigos, sino para amonestarlos como a hermanos.

Se observará aquí, que ya no hay la misma expresión de la energía de comunión y de vida que antes. (compare 2 Tesalonicenses 3:16 con 1 Tesalonicenses 5:23 ). Sin embargo, el Señor seguía siendo el Señor de la paz; pero la belleza de esa entera consagración a Dios, que resplandecerá en el día de Cristo, no se presenta a la mente y al corazón del apóstol como en la Primera Epístola. Él ora por ellos, sin embargo, para que tengan paz siempre y por todos los medios.

El apóstol señala el método por el cual aseguraba a los fieles la autenticidad de sus cartas. Con excepción de los gálatas, empleó a otras personas para escribirlos, pero adjuntó su propia firma para verificar su contenido a la iglesia, agregando la oración o la bendición.

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