El siguiente comentario cubre los capítulos 47 y 48.

Los dos últimos Capítulos no requieren comentarios extensos. Las aguas que brotan del santuario representan el poder vivificante que procede del trono de Dios, fluyendo a través de Su templo y sanando el Mar Muerto, la señal permanente del juicio. Las aguas abundan en peces, los árboles que crecen a su lado están llenos de frutos, los pantanos solos quedan bajo maldición: son "dados a la sal".

"La bendición de ese día es real y abundante, pero no completa. La tierra se divide entre las tribus de una manera nueva, por líneas rectas trazadas de este a oeste. La porción para el santuario y para la ciudad, o el cuadrado de 25.000 cañas, están situadas junto a la séptima tribu, comenzando desde el norte. El nombre de la ciudad en adelante será "Jehová está allí". Compárese, para las aguas que brotan del templo, Joel 3:18 ; Zacarías 14:8 - pasajes que se refieren al mismo período.

Parece que los dos lugares señalados a los pescadores como límite eran los dos extremos del Mar Muerto (podemos comparar Génesis 14:7 ; 2 Crónicas 20:2 ; e Isaías 15:8 ).

Los rasgos principales de todo el pasaje son el restablecimiento de Israel, pero sobre nuevos terrenos y bendiciones, análogas a las del paraíso (imagen tomada de esta profecía del Apocalipsis) [1]; pero, después de todo, con la reserva de que esta bendición no quitó absolutamente todo mal, como será el caso en las edades eternas.

Hay una fuente poderosa y permanente de bendición que supera grandemente el mal y casi lo borra; sin embargo, no se quita por completo. Todavía el nombre de la ciudad, de la sede del poder, lo que la caracteriza, es "Jehová está allí" -Jehová, ese gran Rey, el Creador de todas las cosas, y la Cabeza de Su pueblo Israel.

Nota 1

Cuando digo "prestado", no es que el Espíritu de Dios no nos haya dado una imagen original en el Apocalipsis: basta leerlo para convencerse de lo contrario. Pero las imágenes del Antiguo Testamento se emplean constantemente en las descripciones que allí se dan, sólo de tal manera que se aplican a las cosas celestiales, circunstancia que facilita mucho la comprensión del libro al ayudarnos a penetrar en su carácter real a través de su analogía con el antiguo Testamento.

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