En aquellos días, María se levantó y se fue con entusiasmo a la montaña, a una ciudad de Judá, y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel escuchó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre e Isabel se llenó del Espíritu Santo, y alzó la voz con un gran clamor y dijo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué ha ¿Me ha sido concedido esto para que la madre de mi Señor viniera a mí? Porque, mirad, cuando la voz de vuestro saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que creyó que las cosas hablado con ella de parte del Señor encontrarían su cumplimiento".

Es una especie de canto lírico sobre la bienaventuranza de María. En ninguna parte podemos ver mejor la paradoja de la bienaventuranza que en su vida. A María le fue concedida la bienaventuranza de ser la madre del Hijo de Dios. Bien podría su corazón estar lleno de una maravillada y trémula alegría ante tan gran privilegio. Sin embargo, esa misma bienaventuranza iba a ser una espada para atravesar su corazón. Significaba que algún día vería a su hijo colgado en una cruz.

Ser elegido por Dios tantas veces significa a la vez corona de alegría y cruz de dolor. La verdad penetrante es que Dios no elige a una persona para la comodidad y la comodidad y el gozo egoísta, sino para una tarea que requerirá todo lo que la cabeza, el corazón y la mano puedan aportar. Dios escoge a un hombre para usarlo. Cuando Juana de Arco supo que le quedaba poco tiempo, oró: "Solo duraré un año; úsame como puedas". Cuando eso se comprende, las penas y penalidades que puede traer el servir a Dios no son motivo de lamentación; ellos son nuestra gloria, porque todo se sufre por Dios.

Cuando Richard Cameron, el Covenanter, fue atrapado por los dragones, lo mataron. Tenía unas manos muy bonitas y se las cortaron y se las enviaron a su padre con un mensaje preguntándole si las reconocía. "Son de mi hijo", dijo, "de mi querido hijo". Buena es la voluntad del Señor que nunca puede hacerme mal ni a mí ni a los míos". Las sombras de la vida se iluminaron con el sentido de que ellas también estaban en el plan de Dios. Un gran santo español oró por su pueblo: "Que Dios niegue la paz y la gloria". Un gran predicador moderno dijo: "Jesucristo no vino para facilitar la vida, sino para engrandecer a los hombres".

Es la paradoja de la bienaventuranza que confiere a una persona al mismo tiempo la mayor alegría y la mayor tarea en todo el mundo.

UN HIMNO MARAVILLOSO ( Lucas 1:46-56 )

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