Jesús dijo: "¿Qué te parece? Un hombre tenía dos hijos, fue al primero y le dijo: 'Niño, ve y trabaja en mi viña hoy'. Él respondió: 'No lo haré'. Pero después cambió de opinión y fue. Fue al segundo y le habló de la misma manera. Él respondió: 'Ciertamente, señor'. Y él no fue. ¿Cuál de estos dos hizo la voluntad de su padre? "El primero, respondieron. Jesús les dijo: "Esta es la verdad que les digo: los recaudadores de impuestos y las rameras van al Reino de los Cielos antes que ustedes.

Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no creísteis en él; pero los publicanos y las rameras creyeron en él. Y cuando viste esto, ni siquiera entonces cambiaste de opinión, y así llegaste a creer en él".

El significado de esta parábola es muy claro. Los líderes judíos son las personas que dijeron que obedecerían a Dios y luego no lo hicieron. Los recaudadores de impuestos y las rameras son los que dijeron que seguirían su propio camino y luego tomaron el camino de Dios.

La clave para la correcta comprensión de esta parábola es que en realidad no está alabando a nadie. Nos está presentando una imagen de dos grupos de personas muy imperfectos, de los cuales un grupo era, sin embargo, mejor que el otro. Ninguno de los hijos en la historia era el tipo de hijo que trae alegría plena a su padre. Ambos fueron insatisfactorios; pero el que al final obedecía era incalculablemente mejor que el otro.

El hijo ideal sería el hijo que aceptara las órdenes del padre con obediencia y respeto y que las cumpliera sin cuestionamientos y en su totalidad. Pero hay verdades en esta parábola que van mucho más allá de la situación en la que se habló por primera vez.

Nos dice que hay dos clases muy comunes de personas en este mundo. En primer lugar, están las personas cuya profesión es mucho mejor que su práctica. Prometerán cualquier cosa; hacen grandes protestas de piedad y fidelidad; pero su práctica está muy rezagada. En segundo lugar, están aquellos cuya práctica es mucho mejor que su profesión. Dicen ser materialistas duros y testarudos, pero de alguna manera se les descubre haciendo cosas bondadosas y generosas, casi en secreto, como si les avergonzara. Profesan no tener interés en la Iglesia ni en la religión y, sin embargo, cuando se trata de un poco, viven vidas más cristianas que muchos cristianos profesantes.

Todos hemos conocido a estas personas, aquellas cuya práctica está muy lejos de la piedad casi santurrona de su profesión, y aquellos cuya práctica está muy por delante de la profesión a veces cínica y a veces casi irreligiosa que hacen. El punto real de la parábola es que, mientras que la segunda clase debe preferirse infinitamente a la primera, ninguna es perfecta. El hombre realmente bueno es aquel en quien la profesión y la práctica se encuentran y coinciden.

Además, esta parábola nos enseña que las promesas nunca pueden reemplazar el cumplimiento, y las buenas palabras nunca reemplazan las buenas obras. El hijo que dijo que iría y no fue, tenía todas las señales externas de cortesía. En su respuesta llamó a su padre "Señor" con todo respeto. Pero una cortesía que nunca va más allá de las palabras es algo totalmente ilusorio. La verdadera cortesía es la obediencia, dada voluntariamente y con gracia.

Por otro lado, la parábola nos enseña que un hombre puede estropear fácilmente algo bueno por la forma en que lo hace. Él puede hacer algo bueno con una falta de gracia y una falta de atractivo que echa a perder todo el acto. Aquí aprendemos que el camino cristiano está en el cumplimiento y no en la promesa, y que la marca de un cristiano es la obediencia dada con gracia y cortesía.

LA VIÑA DEL SEÑOR ( Mateo 21:33-46 )

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