Y todo el tiempo que estés haciendo esto debes ofrecerte a ti mismo como modelo de excelente conducta; y en vuestra enseñanza debéis exhibir absoluta pureza de motivo, dignidad, un mensaje sano que nadie pueda condenar, para que vuestro adversario quede avergonzado, porque no puede encontrar nada malo que decir de nosotros.

Para que la enseñanza de Tito sea eficaz, debe estar respaldada por el testimonio de su propia vida. Él mismo debe ser la demostración de todo lo que enseña.

(i) Debe quedar claro que sus motivos son absolutamente puros. El maestro y predicador cristiano siempre se enfrenta a ciertas tentaciones. Siempre existe el peligro de la autoexhibición, la tentación de demostrar la propia astucia y tratar de llamar la atención sobre uno mismo en lugar del mensaje de Dios. Siempre existe la tentación del poder. El maestro, el predicador, el pastor siempre se enfrenta a la tentación de ser un dictador.

Líder debe ser, pero dictador nunca. Descubrirá que los hombres pueden ser conducidos, pero que nunca serán conducidos. Si hay un peligro que confronta al maestro y predicador cristiano más que a otro, es el de ponerse ante sí mismo las normas equivocadas del éxito. A menudo puede suceder que el hombre del que nunca se ha oído hablar fuera de su propia esfera de trabajo sea a los ojos de Dios un éxito mucho mayor que el hombre cuyo nombre está en todos los labios.

(ii) Debe tener dignidad. La dignidad no es distanciamiento, ni arrogancia, ni orgullo; es la conciencia de tener la terrible responsabilidad de ser el embajador de Cristo. Otros hombres pueden rebajarse a la mezquindad; él debe estar por encima de eso. Otros hombres pueden guardar sus rencores; no debe tener amargura. Otros hombres pueden ser delicados acerca de su lugar; debe tener una humildad que ha olvidado que tiene un lugar. Otros hombres pueden volverse irritables o inflamarse de ira en una discusión; debe tener una serenidad que no pueda ser provocada. Nada daña tanto la causa de Cristo como que los líderes de la Iglesia y los pastores del pueblo desciendan a conductas y palabras impropias de un enviado de Cristo.

(iii) Debe tener un mensaje sonoro. El maestro y predicador cristiano debe estar seguro de propagar las verdades del evangelio y no sus propias ideas. No hay nada más fácil para él que dedicar su tiempo a asuntos secundarios; bien podría tener una oración: "Dios, dame un sentido de la proporción". Las cosas centrales de la fe le durarán toda la vida. Tan pronto como se convierte en propagandista, ya sea de sus propias ideas o de algún interés seccional, deja de ser un predicador o maestro eficaz de la palabra de Dios.

El deber puesto sobre Tito es la tremenda tarea, no de hablar a los hombres acerca de Cristo, sino de mostrárselo a ellos. Debe ser cierto de él como lo fue del santo párroco de Chaucer:

"Pero Cristo amó, y sus apóstoles doce

Enseñó, pero primero lo siguió él mismo".

El mayor cumplido que se le puede hacer a un maestro es decir de él: "Primero trabajó, y luego enseñó".

(6) El Obrero Cristiano ( Tito 2:9-10 )

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