La segunda parte del sueño sigue aquí. Hasta ahora, Nabucodonosor describió la belleza y la excelencia de su estado bajo la figura de un árbol elevado que daba sombra a las bestias y de cuyo fruto se alimentaban, y luego como dar, nidos a las aves del cielo debajo de sus ramas. La tala del árbol ahora sigue. Vi, dice él, en las visiones de mi cabeza sobre mi sofá, y, he aquí, un observador y un santo descendieron del cielo. Sin duda, debemos entender a un ángel por un observador. Se le llama "santo", que es solo otra forma de expresión para un ángel; y son dignos de este nombre, porque están perpetuamente vigilantes en el cumplimiento de los mandamientos de Dios. No están sujetos al sueño, no se alimentan con comida o bebida, sino que viven una vida espiritual; por lo tanto no tienen uso para dormir, que es el resultado de la bebida y la comida. Por último, como los ángeles no tienen cuerpos, su naturaleza muy espiritual los hace vigilantes. Pero esta frase no solo expresa su naturaleza sino también su deber; porque Dios los tiene a mano para cumplir su orden, y los destina al cumplimiento de sus mandamientos, por lo tanto, se les llama "observadores". (Salmo 103:20.) En este Salmo, se dice que los ángeles hacen su voluntad, porque, por una agilidad incomprensible para nosotros, corren de aquí para allá y vuelan directamente del cielo a la tierra, desde un extremo de del mundo a otro, desde el amanecer hasta el sol poniente. Dado que, por lo tanto, los ángeles pueden cumplir tan fácilmente y con prontitud las órdenes de Dios, se les llama merecidamente "observadores". Se les llama "santos", porque no están infectados por enfermedades humanas. Pero estamos realmente llenos de pecados, no solo porque somos terrenales, sino porque hemos contraído la contaminación de nuestros primeros padres, que vicia tanto el cuerpo como la mente. Por esta expresión, entonces, Nabucodonosor deseaba distinguir entre ángeles y mortales. Porque aunque Dios aquí santifica a sus elegidos, mientras vivan en la prisión del cuerpo nunca llegarán a la santidad de los ángeles. Aquí, entonces, marcamos la diferencia entre los ángeles y los hombres. Nabucodonosor no podía entender esto por sí mismo, pero le fue enseñado por Dios a percibir la destrucción del árbol que surgía no del hombre sino del Todopoderoso.

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