21. Envíese. Dios nos ha unido tan fuertemente el uno al otro, que ningún hombre debe esforzarse por evitar la sujeción; y donde reina el amor, se prestarán servicios mutuos. No lo hago, excepto incluso los reyes y gobernadores, cuya autoridad está al servicio de la comunidad. Es muy apropiado que todos sean exhortados a estar sujetos el uno al otro a su vez.

Pero como nada es más molesto para la mente del hombre que esta sujeción mutua, él nos dirige al temor de Cristo, quien solo puede dominar nuestra ferocidad, para que no podamos rechazar el yugo, y humillar nuestro orgullo, para que no podamos avergonzarse de servir a nuestros vecinos. No afecta mucho el sentido, ya sea que interpretemos el temor de Cristo, pasivamente, así, sometámonos a nuestros vecinos, porque tememos a Cristo; o activamente, sometámonos a ellos, porque las mentes de todas las personas piadosas deberían estar influenciadas por tal temor bajo el reinado de Cristo. Algunos manuscritos griegos dicen: "el temor de Dios. El cambio puede haber sido introducido por alguna persona, que pensó que la otra frase, el temor a Cristo, aunque con mucho la más apropiada, sonaba un poco dura. (164)

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