1. Sube al Señor, tú, y Aarón, Nadab y Abiú. Antes de que Moisés erigiera el tabernáculo y lo consagró por una ceremonia solemne, era necesario que él trajera las Tablas del Pacto, que eran una promesa del favor de Dios; de lo contrario, si el arca no tuviera nada, el santuario habría estado vacío. Por esta razón, se le ordena subir al monte, pero no sin un espléndido grupo de compañeros, a fin de que una preparación adecuada pueda despertar sus mentes para una recepción adecuada de esta bendición especial. Por lo tanto, se le ordena llevar con él a su hermano Aarón, y Nadab y Abiú, junto con setenta de los ancianos del pueblo. Este fue el número de testigos seleccionados para contemplar la gloria de Dios. Antes, sin embargo, subieron al monte, todo el pueblo ofreció un sacrificio y se leyó el Libro de la Ley. Finalmente, solo Moisés fue recibido en la cima del monte, para traer de allí las Tablas escritas por la mano de Dios.

Aquí, sin embargo, (ver este tema más discutido en Números 11:16, infra.) Surge una pregunta con respecto a los setenta ancianos; porque veremos en otra parte que los setenta no fueron elegidos hasta que la gente se hubo alejado del monte Sinaí; mientras que aquí se hace mención de ellos, antes de la promulgación de la Ley, que parece no ser de ninguna manera consistente. Pero esta dificultad se elimina, si permitimos, lo que recogemos de este pasaje, que, incluso antes de llegar al Monte Sinaí, cada tribu había designado a sus gobernadores (praefectos), que compondrían este número, ya que había seis de cada tribu; pero cuando Moisés luego deseó ser relevado de sus cargas, parte del gobierno fue transferido (305) a estas setenta personas, ya que este número ya fue sancionado por personalizado y uso. Ciertamente, dado que se afirma claramente que hubo (306) setenta desde el principio, es probable que este número de coadjutores se le haya dado a Moisés para hacer el menor cambio posible. Porque sabemos que, cuando se obtiene una costumbre, los hombres no están dispuestos a apartarse de ella. Pero también podría haber sido que el deseo y la intención de los israelitas era celebrar el recuerdo de su origen; porque setenta personas habían bajado a Egipto con Jacob, y, en menos de doscientos veinte años después de haber ido allí, su raza había aumentado a seiscientos mil, además de mujeres y niños. Por lo tanto, no es contrario a la probabilidad de que setenta personas fueran nombradas para presidir a todo el pueblo, a fin de que una bendición tan maravillosa de Dios pudiera continuar siendo testificada en todas las edades, como para rastrear el comienzo de su raza hasta Es muy fuente.

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