Y dijo a Moisés: Sube a Jehová, tú y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y adoraros desde lejos.

Y dijo a Moisés. ¿Cuándo y dónde se pronunciaron estas palabras? Fue después de la entrega de los Diez Mandamientos, cuando el pueblo, sobrecogido por la espantosa exhibición de la Majestad Divina, rogó a Moisés que actuara como mediador entre Dios y ellos. Aunque al principio quedó paralizado, al igual que el pueblo, por lo espantoso de la escena, sin embargo, habiendo sido tranquilizado por la Voz Divina  ( Éxodo 19:19 ), se acercó a "la densa oscuridad" ( Éxodo 20:21), donde permaneció en misteriosa comunión con Dios, y fue instruido en la aplicación de los grandes principios del Decálogo a varios casos relacionados con asuntos de interés e importancia en la economía social, y que, por su frecuente ocurrencia, requerían una solución inmediata y autorizada de acuerdo con la constitución nacional.

Los resultados de esa solemne conferencia se relatan en ( Éxodo 20:22 ; Éxodo 21:1 ; Éxodo 22:1 ; Éxodo 23:1) ; y el cierre de la misma se describe al comienzo de este capítulo.

Los términos de esta orden implican manifiestamente que Moisés había sido enviado para comunicar al pueblo los consejos y detalles explicativos de la ley, y que se le había ordenado, después de cumplir con ese deber, que volviera a subir al monte, para recibir un registro permanente y divinamente autenticado del Decálogo, la base del pacto nacional, y para que se le proporcionara un "modelo" según el cual debía diseñar todo el curso político y religioso de la vida israelita. En esta ocasión posterior, debía estar acompañado por un selecto grupo de asistentes, formado por los principales y más respetados jefes del pueblo, cuya presencia y testimonio tenderían a inspirar la confianza general y a preparar el camino para una aceptación más rápida de la voluntad divina. (Véanse además las notas de Éxodo 24:13 ).

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