20. Y Moisés tomó a su esposa. Al llevar a su esposa e hijos con él, Moisés profesó clara y libremente que regresaría a Egipto para vivir allí. El trasero sobre el que los colocó es una prueba clara de cuán humilde era su condición y de lo delgada que era su sustancia. Porque es improbable que dejara dinero o vasos de plata o prendas preciosas con su suegro, para presentarse ante su pueblo en la pobreza y la desnudez. Pero como se había contentado en la tierra de Madián con su indigencia y su tosca tarifa, continúa en el mismo estado simple; ni se avergüenza de su despreciable y común hábito de montar el escenario en el que su pobreza sería visible, que en el desierto había sido ocultada. Es bien sabido por experiencia, que los pobres son llevados al crimen más por el miedo a la vergüenza que por el hambre, el frío y otras molestias. Por lo tanto, Moisés soportó una tentación muy fuerte, cuando no le importaba que se riera de él, lo despreciara y se presentara sin ningún esplendor terrenal. Pero aquí hay una antítesis implícita entre "la vara de Dios" y la apariencia del hombre humilde y despreciado, sin ningún otro equipo; es tanto como decir que no le molestó que estuviera sin todo lo demás, siempre que tuviera la vara, que compensaba abundantemente todas las deficiencias. Por lo tanto, aunque percibió que estaría expuesto al desprecio de lo alto y lo bajo, al guiar al asno, agobiado, como hemos estado observando, todavía se consideraba bien, y más que bien provisto en su vara, el instrumento de lo divino. poder, por el cual debería triunfar magníficamente, y podría permitirse prescindir de la pompa de la realeza. Y seguramente las marcas por las cuales Dios haría distinguir a sus siervos, merecen este honor, de que no debemos exigir que se agregue nada a su dignidad. Debemos observar el epíteto aplicado a la vara; ya no se llama la vara de Moisés, sino "la vara de Dios", porque no se usa, como en el pasado, para dirigir su rebaño, sino (58) para representar el poder de Dios. Ya que fue por el poder soberano de Dios que obró milagros, lo que concierne a su gloria se atribuye verdadera y adecuadamente a Dios. En otra parte, de hecho, se llama la vara de Moisés; en la medida en que Dios comunica sus propios títulos a los ministros elegidos y creados por él mismo, ya que les proporciona la eficacia de su Espíritu.

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