Lo que el Profeta había dicho acerca de las almohadas que ahora pronuncia de los velos, por los cuales estaban acostumbrados a cubrir sus propias cabezas o las de las personas que los consultaron. La conclusión es que Dios pondría fin a tales locuras. Para la gente estaba tan fascinada por estas cosas tontas, que se hizo necesario quitarse estas máscaras, ya que estas mujeres siempre estaban listas para engañar. Añade también que lo haría en beneficio de su propia gente. Hemos dicho que esto no debería extenderse generalmente a todos los hijos de Abraham según la carne. Porque Dios sufrió que casi todos perecieran, como lo había dicho Isaías:

“Incluso si tu pueblo hubiera sido como la arena de la orilla del mar, solo un remanente se salvará” (Isaías 10:22).

Cuando, por lo tanto, Dios habla aquí acerca de su propio pueblo, esta oración debe limitarse a los elegidos: como cuando se dice en el salmo, Cuán suave y amable es Dios para su pueblo Israel; y luego agrega, a modo de corrección, a aquellos que son rectos de corazón, (Salmo 73:1), ya que muchos se jactaban de ser israelitas que son muy diferentes a su padre, y al ser degenerados se privaron de eso honor: por lo tanto, el Profeta restringe la bondad de Dios peculiarmente a los elegidos que son rectos de corazón, después de haber hablado de todo el pueblo. Aunque Ezequiel no expresó claramente lo que hemos citado del salmo, el sentido es el mismo; y esto se recoge fácilmente del undécimo capítulo de la Epístola a los romanos (Romanos 11:5), donde Dios nos presenta el remanente preservado de acuerdo con la elección gratuita de Dios. En el mismo sentido, se agrega que ya no deberían ser para una presa. Hemos dicho cómo estas mujeres cazaban a estas almas miserables, no solo con fines de lucro, sino también porque Satanás abusó de sus falacias. Entonces, por lo tanto, sucedió que estas almas fueron atraídas a su destrucción. Por esta razón, Dios declara que ya no deberían ser su presa. Y él repite lo que ya había dicho: sabrán que yo soy Jehová. Aquí Dios nos presenta su poder, porque sabemos cuán seguros hipócritas aluden a su nombre sagrado; y esto aparece fácilmente en la osadía y el libertinaje de estas mujeres. Por lo tanto, Dios los amenaza aquí: dice que deberían sentir detenidamente quién había hablado, ya que ridiculizaron a Ezequiel y a sus otros sirvientes. Hay, entonces, una antítesis silenciosa entre Dios y los profetas; no es que Dios se separe de sus siervos; porque la verdad, de la que son ministros y heraldos, es un vínculo indisoluble de unión entre ellos; pero el lenguaje está adaptado a los sentidos de aquellos con quienes trata el Profeta. Ahora, como estas mujeres eran tan desenfrenadas, él dice que no fue despreciado por ellas, sino Dios mismo. Sigue -

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