15.Sean para luminarias. Es importante repetir lo que he dicho antes, que aquí no se discute filosóficamente cuán grande es el sol en el cielo y cuán grande o cuán pequeña es la luna, sino cuánta luz nos llega de ellos (71). Moisés se dirige aquí a nuestros sentidos, para que no se nos escape el conocimiento de los dones de Dios que disfrutamos. Por lo tanto, para comprender el significado de Moisés, no sirve de nada elevarnos por encima de los cielos; solo tenemos que abrir los ojos para contemplar esta luz que Dios enciende para nosotros en la tierra. Por este método (como he observado anteriormente), se reprende suficientemente la deshonestidad de aquellos que critican a Moisés por no hablar con mayor precisión. Porque, como teólogo, tuvo más en cuenta a nosotros que a las estrellas. Y, en verdad, no ignoraba el hecho de que la luna no tenía suficiente brillo para iluminar la tierra, a menos que lo tomara prestado del sol; pero consideró suficiente declarar lo que todos podemos percibir claramente, que la luna es un dispensador de luz para nosotros. Que sea, como afirman los astrónomos, un cuerpo opaco, lo admito como cierto, pero niego que sea un cuerpo oscuro. En primer lugar, dado que se encuentra por encima del elemento del fuego, debe ser necesariamente un cuerpo ígneo. De ahí se deduce que también es luminoso; pero dado que no tiene suficiente luz para llegar hasta nosotros, toma prestado lo que le falta del sol. Lo llama una luz menor en comparación, porque la porción de luz que emite hacia nosotros es pequeña en comparación con el esplendor infinito del sol (72).

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