31. Y Taré tomó a su hijo Abram. Aquí debería comenzar el próximo capítulo; porque Moisés comienza a tratar uno de los temas principales de su libro; a saber, el llamado de Abram. Porque no solo relata que Taré cambió su país, sino que también explica el diseño y el final de su partida, que dejó sus tierras nativas y se embarcó en su viaje, para llegar a la tierra de Canaán. De donde se deduce fácilmente la inferencia, que él no era tanto el líder o el autor del viaje, como el compañero de su hijo.

Y no es obstáculo para esta inferencia, que Moisés asigna la prioridad a Taré, como si Abram se hubiera marchado bajo sus auspicios y dirección, en lugar de por orden de Dios: porque este es un honor conferido al nombre del padre. Tampoco dudo que Abram, cuando vio que su padre obedecía voluntariamente el llamado de Dios, a cambio se volvió más obediente a él. Por lo tanto, se atribuye a la autoridad del padre, que llevó a su hijo con él. Pues, que Abram había sido llamado por Dios antes de alejarse un pie de su tierra natal, en la actualidad parecerá demasiado simple para negarlo. No leemos que su padre había sido llamado. Por lo tanto, se puede conjeturar que el oráculo de Dios había sido dado a conocer a Taré por la relación de su hijo. El mandato divino a Abram de respetar su partida no le prohibió informarle a su padre que su única razón para dejarlo era que prefería el mandato de Dios a todas las obligaciones humanas. Estas dos cosas, de hecho sin controversia, las recogemos de las palabras de Moisés; que Abram fue llamado divinamente antes de que Taré abandonara su propio país; y que Taré no tenía otro propósito que el de venir a la tierra de Canaán; es decir, unirse a su hijo como compañero voluntario.

Por lo tanto, concluyo que había dejado su país poco tiempo antes de su muerte. Porque es absurdo suponer que, cuando partió de su propio país, para ir directamente a la tierra de Canaán, debería haber permanecido sesenta años como extraño en una tierra extranjera. Es más probable que, siendo un anciano agotado con años, se lo haya llevado la enfermedad y el cansancio. Y, sin embargo, puede ser que Dios los haya mantenido un poco en suspenso, porque Moisés dice que vivió en Charran; pero de lo que sigue, parece que la demora no fue larga: ya que, en el año setenta y cinco de su edad, Abram partió de allí; y él ya había avanzado allí con la edad, y sabiendo que su esposa era estéril. Además, la ciudad que según los hebreos se llama Charran, es declarada por todos los escritores, con un consentimiento, Charran, situada en Mesopotamia; aunque Lucas, poéticamente más que verdaderamente, lo coloca en Asiria. El lugar se celebró por la destrucción de Craso y el derrocamiento del ejército romano. (338)

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