5. Y alzó los ojos. Moisés relata la conversación sostenida entre los hermanos. Y dado que Esaú había demostrado su afecto fraternal con lágrimas y abrazos, no hay duda de que, al preguntar por los hijos, lo hacía con espíritu de felicitación. La respuesta de Jacob es piadosa y modesta, ya que al contestar que su numerosa descendencia le había sido dada por Dios, reconoce y confiesa que los hijos no se producen por la naturaleza de tal manera que se subvierta la verdad de la declaración de que el fruto del vientre es una recompensa y un regalo de Dios. Y verdaderamente, si la fecundidad de los animales brutos es un don de Dios, cuánto más lo es en el caso de los seres humanos, que son creados a imagen de Dios. Por lo tanto, los padres deben aprender a considerar y celebrar la singular bondad de Dios en su descendencia. Es el lenguaje de la modestia cuando Jacob se llama a sí mismo siervo de su hermano. Nuevamente es apropiado recordar lo que mencioné recientemente, que el hombre santo no buscó ningún beneficio o honor terrenal en el derecho de primogenitura, porque la gracia oculta de Dios fue suficiente para él hasta el momento designado para su manifestación. Y debemos seguir su ejemplo, mientras vivimos en este mundo, depender de la palabra del Señor, para que no consideremos una carga estar envueltos en la sombra de la muerte hasta que nuestra verdadera vida se manifieste. Porque aunque aparentemente nuestra condición parece miserable y maldita, el Señor nos bendice con su palabra y, por esta razón solamente, nos declara felices, porque nos reconoce como sus hijos.

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