15. Dios ha limpiado. Habla de carnes; pero esta oración debe extenderse a todas las partes de la vida. Es palabra por palabra, lo que Dios ha limpiado, no lo hagas profano; pero el sentido es que no nos corresponde a nosotros permitir o condenar nada; pero a medida que nos mantenemos firmes y caemos solo por el juicio de Dios, él también juzga todas las cosas, (Romanos 14:4.) Como tocar carnes, después de la abrogación de la ley, Dios declara que todas son puras y limpio. Si, por otro lado, comienza un hombre mortal, haciendo una nueva diferencia, prohibiendo cierto, toma para sí la autoridad y el poder de Dios con audacia sacrílega. De este sello estaban los antiguos herejes, Montano, Prisciliano, los Donatistas, los Tatianos y todos los Encratitas. Luego, el Papa, hasta el final, podría unir a todas esas sectas en un paquete e hizo una ley sobre las carnes. Y no hay ninguna razón por la cual los patrocinadores de esta impiedad deberían balbucear que no imaginen ninguna impureza en las carnes, sino que a los hombres se les prohíba comer carne en ciertos días, para domesticar la carne. Al ver que comen las carnes que son más adecuadas, tanto para la delicadeza como para los disturbios, ¿por qué se abstienen de comer tocino, como de un gran delito, excepto porque imaginan que eso es impuro y contaminado, lo cual está prohibido por la ley? de su ídolo? Con igual orgullo la ira de la tiranía del Papa en todos los ámbitos de la vida; porque no hay nada en lo que él no se enrede para enredar las conciencias miserables de los hombres. Pero confiemos en el oráculo celestial y despreciemos libremente todas sus inhibiciones. Siempre debemos pedirle a la boca del Señor, que podamos estar seguros de lo que podemos hacer legalmente; porque no era lícito ni siquiera para Pedro hacer lo profano que era lícito por la Palabra de Dios.

Además, este es un lugar de gran importancia para vencer la perversidad de los hombres, que utilizan demasiado en juicios perversos. No hay casi un hombre que no se otorgue libertad para juzgar las acciones de otros hombres. Ahora, como somos groseros y maliciosos, nos inclinamos más hacia la peor parte, de modo que le quitamos a Dios lo que es suyo. Esta voz por sí sola debería ser suficiente para corregir tal audacia, que no nos es lícito hacer esto o aquello inmundo, sino que este poder pertenece solo a Dios. Y también en estas palabras se nos da a entender que los judíos no eran, por lo tanto, el pueblo santo del Señor, porque sobresalían por su propia dignidad, sino solo por la adopción de Dios. Ahora, después de que Dios había recibido a los gentiles en la sociedad del pacto, todos tienen el mismo derecho.

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