44. Y como Peter aún habló. Dios declara ahora por un nuevo milagro, que la doctrina del evangelio es común tanto a los gentiles como a los judíos. Y este es un excelente sello del llamado de los gentiles; porque el Señor nunca habría concedido otorgar a los gentiles las gracias de su Espíritu, a menos que hubiera sido declarar que incluso ellos fueron adoptados juntos en la sociedad del pacto. Estos dones, mencionados por Lucas, difieren de la gracia de la regeneración; y sin embargo, indudablemente, Dios, por este medio, selló tanto la doctrina de Pedro como su fe y piedad que lo escucharon. Él dice que todos estaban dotados del Espíritu, como vimos antes, que todos vinieron animados a aprender y obedecer.

Este signo visible representa para nosotros, como si estuviera en una mesa, qué instrumento efectivo del poder de Dios es la predicación del evangelio; porque derramó su Espíritu mientras Peter hablaba, hasta el final podría demostrar que no envía maestros para ese fin, para que puedan batir el aire con el vano sonido de su voz, pero que él pueda trabajar poderosamente por su voz, y puede acelerar lo mismo por el poder de su Espíritu, para la salvación de los piadosos. De este modo, Pablo recuerda a los gálatas (Gálatas 3:2), que recibieron el Espíritu Santo al escuchar la fe; y en otro lugar dice que él es el ministro del Espíritu, y no de la carta, (2 Corintios 3:6.) El don de las lenguas, y otras cosas similares, cesaron hace mucho tiempo en el Iglesia; pero el espíritu de comprensión y de regeneración es de fuerza, y siempre será de fuerza, lo cual el Señor junta con la predicación externa del evangelio, para que nos mantenga en reverencia de su palabra, y pueda prevenir los puntos mortales, en donde los hombres enfermos de cerebro se envuelven, mientras que, abandonando la palabra, inventan un espíritu errante y errante. Pero no se cae, ni se caerá siempre, que todos los que oyen la palabra con sus oídos externos, reciben o recibirán también el Espíritu; y los ministros rara vez se iluminan sobre los oyentes que tuvo Pedro, que están dispuestos, con un consentimiento, a seguir a Dios. Sin embargo, hace que todos los elegidos sientan en sí mismos el consentimiento de la palabra externa y del poder secreto del Espíritu.

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