5. Debemos tener en cuenta tres disparos en este lugar; que Dios ejerció la paciencia de su siervo, porque, después de haberlo sacado de su propio país, vivió en la tierra de Canaán como un extraño.

[Primero,] porque Abraham no poseía ni un pie de ancho, excepto lo que compró para enterrar. Y eso no se cuenta como posesión que no sirva para los usos de esta vida. En segundo lugar, antes de comprar ese campo, Stephen, por buenas causas, dice que Dios no le dio nada a Abraham. Porque eso no se podía obtener ni con dinero, ni por ningún otro medio que el hombre pudiera inventar, algo que Abraham esperaba de la promesa.

En segundo lugar, debemos señalar que, aunque Dios no le mostró a Abraham la cosa en sí, todavía lo sostuvo por su palabra. Y esta es nuestra estadía, cuando Dios promete que eso está guardado para nosotros que aún no poseemos. Por lo tanto, cuando la cosa, es decir, la posesión de la tierra, era falta, Abraham tuvo por su ayuda y cumplió la promesa de Dios; y contento con lo mismo solo, no deseaba nada en la tierra de Canaán excepto un incierto lugar de descanso en el que pudiera residir.

Por mucho que [επαγγελλεσθαι] signifique simplemente prometer, pensé que no había ninguna razón por la cual, con Erasmus, debería traducirlo en este lugar, para prometer de nuevo. Porque lo resuelvo adversamente, aunque él había prometido, que por cierto podemos notar, por así decirlo, una muestra de engaño, (377) a menos que por casualidad algún hombre estar dispuesto a aplicarlo a las promesas que a menudo se repiten. (378)

En tercer lugar, debemos señalar que la promesa era tal que no difería mucho de una simple burla. Dios le prometió la tierra a la simiente de Abraham cuando tenía cuatro años y tenía que tener una esposa que era estéril, y tampoco tenía ninguna esperanza de tener ningún problema. Esto parece ser más que frívolo. ¿Por qué no promete más bien que le dará semilla? Pero esta fue una prueba notable de fe, ya que Abraham, sin hacer ninguna pregunta, ni ninguna disputa curiosa, abrazó obediente y mansamente lo que había escuchado salir de la boca del Señor. Por lo tanto, recordemos que Dios levanta y consuela tanto a su siervo con su palabra, que no solo aplaza la entrega de la cosa, (379) pero también puede parecer que se burla de él; como él trata con nosotros también en algún aspecto. Porque, aunque nos llama los herederos del mundo, (Santiago 2:5), a menudo nos padece querer incluso una vida competente y las ayudas necesarias. Y esto tiene un propósito determinado, para que pueda poner en nada la sabiduría de la carne, ya que de lo contrario no damos el debido honor a su palabra.

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