23. En la hiel de amargura. Pedro reprende severamente a Simón nuevamente, y lo golpea con el juicio de Dios. Porque a menos que se haya visto obligado a descender a sí mismo, nunca se habría vuelto sincero a Dios. Porque no hay nada más mortal para los hombres que son bloqueadores que cuando los adulamos, o cuando lo hacemos raspando un poco la piel, mientras que deberían ser empujados. Por lo tanto, hasta el momento en que un pecador conciba tristeza y verdadera pesadez en razón de su pecado, debemos usar la severidad que pueda herir su mente; de lo contrario, la llaga podrida se nutrirá por dentro, lo que poco a poco consumirá al hombre mismo. Sin embargo, observemos siempre este medio, que proveemos para la salvación de los hombres tanto como en nosotros yacemos. Además, hay dos excelentes metáforas finas en las palabras de Peter; el cual parece ser sacado de Moisés, donde él prohíbe que no haya en nosotros ninguna raíz, de la cual brote hiel y ajenjo, (Deuteronomio 29.) Por el cual se nota la maldad interna de el corazón; cuando como ha concebido el veneno de la impiedad, que al estar infectado con él, no puede producir nada más que amargura. Con el mismo fin tiende la atadura de la iniquidad: a saber, cuando todo el corazón está atado y atado por Satanás. Porque a veces se pierde que los hombres que de otro modo son dados muy divinamente, hacen estallar en malas obras, que no tienen su corazón corrompido internamente con veneno. Sabemos que la hipocresía se engendra en la naturaleza del hombre; pero cuando brilla el Espíritu de Dios, estamos tan cegados en nuestros vicios, que los alimentamos por dentro como si fuera un bulto escondido. Por lo tanto, el significado de Peter es que Simon cayó no solo en un punto, sino que la raíz de su corazón era corrupta y amarga; que cayó en las trampas de Satanás no solo en un tipo de pecado, sino que todos sus sentidos quedaron atrapados, de modo que fue entregado completamente a Satanás y se convirtió en esclavo de la iniquidad. En la temporada media, se nos enseña que la grandeza de las ofensas se estima no tanto según el hecho (525) que aparece, como según el afecto de el corazón.

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