32. Tengo comida para comer que no sabes. Es maravilloso que, cuando está cansado y hambriento, se niega a comer; porque si se dice que hace esto con el propósito de instruirnos, con su ejemplo, a soportar el hambre, ¿por qué no lo hizo siempre? Pero tenía otro objeto que decir que deberíamos simplemente rechazar la comida; porque debemos prestar atención a esta circunstancia, porque su ansiedad por el negocio actual lo urge con tanta fuerza y ​​absorbe toda su mente, de modo que no le incomoda despreciar la comida. Y, sin embargo, no dice que está tan ansioso por obedecer los mandamientos de su Padre, que no come ni bebe. Solo señala lo que debe hacer primero y lo que debe hacerse después; y así muestra, con su ejemplo, que el reino de Dios debería preferirse a todas las comodidades del cuerpo. Dios nos permite, de hecho, comer y beber, siempre que no nos retiremos de lo que es de la mayor importancia; es decir, que cada hombre atienda a su propia vocación.

Quizás se dirá que comer y beber no pueden ser sino evitaciones que extraen una parte de nuestro tiempo que podría emplearse mejor. Reconozco que esto es cierto, pero como el Señor amablemente nos permite cuidar nuestro cuerpo, en la medida en que la necesidad lo requiera, el que se esfuerza por nutrir su cuerpo con sobriedad y moderación no deja de dar esa preferencia que debe dar. a la obediencia a Dios Pero también debemos tener cuidado de no adherirnos tan firmemente a nuestras horas fijas, como para no estar preparados para privarnos de la comida, cuando Dios nos ofrece cualquier oportunidad, y, por así decirlo, fija la hora actual. Cristo, teniendo ahora en sus manos una oportunidad que podría pasar, la abraza con los brazos abiertos y la mantiene firme. Cuando el deber actual que le ordenó el Padre lo presiona tanto que considera necesario dejar a un lado todo lo demás, no tiene escrúpulos en retrasar la toma de comida; y, de hecho, no habría sido razonable que, cuando la mujer dejara su cántaro y corriera a llamar al pueblo, Cristo debería mostrar menos celo. En resumen, si lo proponemos como nuestro objetivo no perder las causas de la vida a causa de la vida misma, eso; no será difícil preservar el medio adecuado; porque el que lo pondrá ante él como el fin de la vida para servir al Señor, del cual no tenemos la libertad de apartarnos ni siquiera por el peligro inmediato de muerte, ciertamente considerará que tiene más valor que comer y beber. La metáfora de comer y beber es tanto más graciosa en esta ocasión, que se extrajo razonablemente del discurso actual.

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