33. Enviaste a John. Antes de producir el testimonio de Dios, los presiona con la respuesta de Juan, de la cual no podían negar honorablemente su creencia. ¿De qué servía enviarle si no tenían la intención de cumplir con sus palabras? Le envían a él como Profeta de Dios, y así fingen que su palabra será considerada por ellos como un oráculo. Ahora, aunque esto implica otra admisión a su favor, aún Cristo presenta abiertamente contra ellos este cargo, que nada más que su propia malicia (106) les impide creer. Y, por lo tanto, vemos que esta circunstancia es muy apropiada para el asunto en cuestión, es decir, que enviaron a John y, como si su motivo hubiera sido un deseo de aprender, le preguntaron quién era el Mesías y, sin embargo, pagó sin prestar atención a su respuesta.

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