Esta narración concuerda en algunos aspectos, pero no del todo, con la doctrina establecida por Mateo (Mateo 10:1) de que Cristo, para corregir la superstición de la gente, y particularmente de los escribas, intencionalmente no se tuvieron en cuenta las ceremonias externas de invención humana, que los judíos eran demasiado solícitos para observar. Dios había prescrito en su Ley ciertos tipos de lavados, para que por medio de ellos él pudiera entrenar a su pueblo útilmente para la consideración de la verdadera pureza. Los judíos, no satisfechos con esta porción moderada, habían agregado muchos otros lavados, y más especialmente, que ninguna persona debería tomar alimentos hasta que hubiera sido lavada con el agua de purificación, como Mark relata más minuciosamente, (Marco 12:3,) y como también es evidente por John, (Juan 2:6.) Esta falla fue acompañada por una confianza perversa; porque les importaba poco la adoración espiritual de Dios, y pensaban que habían cumplido perfectamente su deber, cuando la figura fue sustituida en lugar de Dios. Cristo es plenamente consciente de que su abandono de esta ceremonia ofende, pero se niega a observarla, para demostrar que Dios le da muy poco valor a la limpieza externa, pero exige la justicia espiritual del corazón.

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