14. Hay seis días. Este reprobador no se aventura a pasar la censura abiertamente a Cristo, sino que señala el veneno de su disgusto a otra parte, e indirectamente condena a Cristo en la persona de la multitud. ¡Qué asombrosa exhibición de malicia furiosa! Seis días, les dice, fueron apartados para el trabajo; ¡Pero cuán incorrecta e insensatamente define ese trabajo, que no está permitido sino en seis días! ¿Por qué tampoco les prohíbe entrar en la sinagoga, para que no violen el sábado? ¿Por qué no les ordena que se abstengan de todos los ejercicios de piedad? Pero admitiendo que los hombres no pueden seguir sus propios empleos en el día de reposo, ¡cuán irracional es que la gracia de Dios se limite de esa manera!

Sobre ellos, por lo tanto, ven y serás curado. Les ordena que vengan los otros días a buscar una cura, como si el poder de Dios durmiera en sábado, y no se ejercieran principalmente en ese día para la salvación de su pueblo. ¿Para qué sirven las asambleas santas, excepto para dar una oportunidad a los creyentes de suplicar la ayuda divina? Ese hipócrita impío habla como si la observación legal del sábado interrumpiera el curso de los favores de Dios, impidiera que los hombres lo llamaran y les quitara a todos el sentimiento de su bondad.

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