12 Ella lo hizo para enterrarme. Con estas palabras, Cristo confirma lo que hemos dicho, que el ungüento precioso no fue valorado por él debido a su olor, sino únicamente en referencia a su entierro. Fue porque deseaba testificar con este símbolo, que su tumba produciría un olor dulce, ya que respiraba vida y salvación por todo el mundo. En consecuencia, Juan (Juan 12:7) nos dice que Cristo alabó a María por haber reservado esa unción hasta el día de su entierro. Pero dado que la verdad de esta figura se ha hecho completamente evidente, y desde que Cristo, al partir del sepulcro, no perfumó una sola casa, sino el mundo entero, por el creciente olor de su muerte, sería infantil repetir una acción para que no se puede asignar ninguna razón ni ventaja.

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