32. No por fe, sino por obras, etc. Como el celo falso parece comúnmente justificado, Pablo muestra que son rechazados merecidamente, quienes intentan alcanzar la salvación confiando en sus propias obras; porque ellos, en la medida de lo posible, abolieron la fe, sin la cual no se puede esperar salvación. Por lo tanto, si ganaran su objeto, tal éxito sería la aniquilación de la verdadera justicia. Más adelante se ve cómo se contrastan la fe y los méritos de las obras, ya que las cosas son totalmente contrarias. Como la confianza en las obras es el obstáculo principal, por el cual nuestra forma de obtener justicia se cierra, es necesario que renunciemos por completo para que podamos depender solo de la bondad de Dios. Este ejemplo de los judíos debería aterrorizar a todos aquellos que se esfuerzan por obtener el reino de Dios por obras. Tampoco comprende por las obras de la ley, las observancias ceremoniales, como se ha demostrado antes, sino los méritos de aquellas obras a las que se opone la fe, que parece, como puedo decir, con ambos ojos solo en la misericordia de Dios. , sin echar una mirada a ningún valor propio.

Porque han tropezado con la piedra, etc. Él confirma por una fuerte razón la oración anterior. De hecho, no hay nada más inconsistente que el hecho de que deberían obtener la justicia que se esfuerzan por destruirla. Cristo nos ha sido dado por justicia, cualquiera que le impida a Dios la justicia de las obras, intenta robarle su propio cargo. Y, por lo tanto, parece que cada vez que los hombres, bajo el pretexto vacío de ser celosos de la justicia, confían en sus obras, lo hacen en su furiosa locura y continúan la guerra con Dios mismo.

Pero cómo se tropiezan con Cristo, que confía en sus obras, no es difícil de entender; porque excepto que somos dueños de nosotros mismos para ser pecadores, vacíos y desposeídos de cualquier justicia propia, oscurecemos la dignidad de Cristo, que consiste en esto, que para nosotros todo lo que él es es luz, vida, resurrección, justicia y sanidad. Pero, ¿cómo es él todas estas cosas, excepto que ilumina a los ciegos, restaura a los perdidos, aviva a los muertos, resucita a los que están reducidos a nada, limpia a los que están llenos de suciedad, cura y cura a los infectados con enfermedades? No, cuando reclamamos para nosotros cualquier justicia que de alguna manera contendemos con el poder de Cristo; porque su oficio no es menos para vencer a todo el orgullo de la carne, que para aliviar y consolar a aquellos que trabajan y están cansados ​​bajo su carga.

La cita se hace correctamente; porque Dios en ese pasaje declara que él sería para el pueblo de Judá y de Israel por una roca de ofensa, en la cual deberían tropezar y caer. Como Cristo es ese Dios que habló por los Profetas, no es de extrañar que esto también se cumpla en él. Y al llamar a Cristo la piedra del tropiezo, nos recuerda que no debe preguntarse si no progresaron en el camino de la justicia, quienes a través de su obstinada terquedad tropezaron con la roca de la ofensa, cuando Dios les mostró el de manera tan clara. (316) Pero debemos observar que este tropiezo no pertenece adecuadamente a Cristo visto en sí mismo; pero, por el contrario, es lo que sucede a través de la maldad de los hombres, de acuerdo con lo que sigue inmediatamente.

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