4. Haz el bien, oh Jehová, al bien. El Profeta ya ha prometido a todos los fieles la ayuda temporal de Dios; pero aún así él recurre a la oración, y eso no sin causa; porque aunque la fe puede sostenernos, sin embargo, a medida que nuestro sentido carnal y nuestra razón vacilan, debemos mezclar oraciones para nuestra confirmación. Sigamos entonces esta regla del Profeta, quien, después de exhortar a todos los fieles a que valoren la confianza, les enseña al mismo tiempo, que en lugar de sentarse en una inactividad apática, deberían unirse a Dios, suplicándole fervientemente por oración, por lo que les ha ordenado esperar por su palabra. Y seguramente la importancia de usar este remedio es evidente por la consideración, que en medio de la oscuridad de las aflicciones, la ayuda de Dios no se discierne, sino que él parece no hacer ninguna diferencia entre los justos y los malvados. Tampoco el salmista simplemente reza para que Dios trate gentilmente con el bien, también define la bondad por la cual se caracterizan, como lo que proviene del sincero afecto de corazón. No sería suficiente que los hijos de Dios se abstuvieran de todo mal, si no se distinguieran por la integridad del corazón correspondiente, o más bien no gobernaran toda su vida.

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