7. ¿A dónde iré de tu Espíritu? Considero que David persigue la misma idea de que sea imposible que los hombres, por cualquier subterfugio, eludan los ojos de Dios. Por el Espíritu de Dios no estamos aquí, como en otras partes de la Escritura, para concebir simplemente su poder, sino su comprensión y conocimiento. (205) En el hombre, el espíritu es el asiento de la inteligencia y, por lo tanto, está aquí en referencia a Dios, como queda claro en la segunda parte de la oración, donde por el rostro de Dios se entiende su conocimiento o inspección. En resumen, David quiere decir que no podría cambiar de un lugar a otro sin que Dios lo viera y seguirlo con los ojos mientras se movía. Aplican mal el pasaje que lo aducen como prueba de la inmensidad de la esencia de Dios; porque aunque sea una verdad indudable que la gloria del Señor llene el cielo y la tierra, esto no era en la actualidad desde el punto de vista del salmista, sino la verdad de que el ojo de Dios penetra el cielo y el infierno, para que se esconda en ese oscuro rincón de el mundo que él pueda, debe ser descubierto por él. En consecuencia, nos dice que aunque debía volar al cielo, o acechar en los abismos más bajos, desde arriba o desde abajo todo estaba desnudo y manifestado ante Dios. Las alas de la mañana, (206) o de Lucifer, es una hermosa metáfora, porque cuando sale el sol sobre la tierra, transmite su resplandor repentinamente a todos regiones del mundo, como con la rapidez del vuelo. La misma figura se emplea en Malaquías 4:2. Y la idea es que, aunque uno debería volar con la velocidad de la luz, no podría encontrar un receso donde estaría más allá del alcance del poder divino. Porque a mano debemos entender el poder, y la afirmación es que si el hombre intentara retirarse de la observación de Dios, le sería fácil arrestar y retirar al fugitivo. (207)

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