6. Le dije a Jehová. En estas palabras, muestra que sus oraciones no eran solo las de los labios, ya que los hipócritas apelarán a Dios por simple apariencia, sino que oró con fervor y con un principio oculto de fe. Hasta que tengamos la persuasión de ser salvos por la gracia de Dios, no puede haber una oración sincera. Tenemos aquí una excelente ilustración de la naturaleza de la fe, en el salmista alejándose de la vista del hombre, para que pueda dirigirse a Dios aparte, excluyendo la hipocresía en este ejercicio interno del corazón. Esta es la verdadera oración, no la mera elevación ociosa de la voz, sino la presentación de nuestras peticiones desde un principio interno de fe. Para engendrar en sí mismo la persuasión de haber obtenido sus peticiones actuales de Dios, recuerda en su mente qué Dios de la liberación ya le había extendido. Él habla de haber estado con él como un escudo en todo momento de peligro. Algunos leen las palabras en tiempo futuro: "Me cubrirás la cabeza en el día de la batalla". Pero es evidente que David habla de la protección que anteriormente había experimentado de la mano de Dios, y de esto deriva consuelo a su fe. Él aparece, no como un recluta crudo e indisciplinado, sino como un soldado bien probado en enfrentamientos anteriores. La fuerza de la salvación es equivalente a la salvación mostrada sin poder ordinario.

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