3 El espíritu del anticristo es el espíritu del mundo. No quiere al Cristo de las Escrituras, sino que prefiere algún sustituto más adecuado a su gusto. Este espíritu ha llegado a impregnar, no sólo al mundo, sino también a la iglesia nominal, que se ha convertido en gran medida en un mundo religioso. En ella los ritos y las ceremonias sustituyen a la salvación de Cristo, la energía de la carne ocupa el lugar del poder del Espíritu, y la sabiduría de los hombres desplaza a la sabiduría de Dios.

El mundo debe ser salvado por el servicio social y el saneamiento y reconciliado por la reforma. Por todas partes hay señales de que la mayoría de las iglesias han perdido la fe en el Cristo de Dios y están tratando de encontrar mejores medios para llevar a cabo la obra de Dios que mediante el poder de su Hijo.

8 Nunca se nos dice que Dios es justicia, o Dios es poder, o Dios es sabiduría. Estos son Sus atributos, no Su esencia. La distinción es de importancia vital, en el laberinto conflictivo de razonamiento acerca de los caminos y las palabras de Dios. La justicia, el poder y la sabiduría son relativos, pero el amor es absoluto. Nunca es tan justo como cuando justifica a los injustos, porque eso está en la línea del amor. Él nunca es tan fuerte como cuando Su debilidad supera la fuerza humana, porque eso lo une al amor.

Nunca es tan sabio como cuando su necedad confunde la sabiduría de los hombres, porque eso glorifica el amor. Todos Sus atributos aparecen y se retiran a la entera disposición del amor. Todos le sirven, y nunca van en contra de sus órdenes. No podemos razonar que Dios hará tal o cual cosa porque es justo, fuerte o sabio. El amor no puede dar permiso. Pero podemos recostar nuestras cabezas con seguridad en el seno de Su amor y allí aprender la gran lección de que Él ES amor, y tiene tanto el poder como la sabiduría para llevar a cabo los dictados de Su afecto. ¿Qué prueba más clara se puede dar de que todo lo que Él ha hecho y está haciendo conduce a ese gran final cuando Él será Todo en todo, y el amor descansará en ser amado?

9-10 De acuerdo con la era para la que Juan escribe, no menciona la gracia. El designio de la encarnación es la manifestación del amor de Dios, que demuestra no ser una ostentación ociosa sino una energía transformadora.

17 El día del juicio del que allí se habla no es el llamado "juicio general", del cual nada saben las Escrituras, sino uno de los muchos juicios que da a conocer. Es difícil imaginar este juicio en algún día futuro lejano. Se habla de ella como un tiempo en que el amor dará valor y expulsará el miedo. Como el creyente de esta economía actual no puede de ninguna manera entrar en condenación, y no entrará en ningún juicio, haremos bien en dejar esta experiencia con la Circuncisión, a quien Juan escribió.

Entrarán en el día del juicio que precede al día del Señor. Pasarán por las terribles tribulaciones descritas en la Revelación. El cielo arriba conspirará con la tierra abajo para derramar la indignación atesorada de Dios sobre la tierra. La tierra se tambaleará, las estrellas caerán, los elementos estarán cargados de muerte. En tal tiempo habrá mucho significado para el pasaje que estamos considerando. Nada sino el amor perfecto, es decir, el amor en la madurez de sus poderes, podrá permanecer inquebrantable en aquel día.

19 La inculcación del amor a Dios es de poco provecho, a menos que antes que nada su amor haya sido manifestado y encuentre un lugar en nuestros corazones. El objetivo del evangelista y maestro debería ser elaborar el amor de Dios en el don de su Hijo, en la salvación que Él ha provisto, en la misericordia o gracia que la acompaña, y en la futura bienaventuranza que proporcionará, y la cercanía a sí mismo que implica. El poder de tal presentación producirá un amor receptivo en todos los que creen, como de ninguna manera podría ser provocado por exhortaciones o mandatos.

1 El nuevo nacimiento se limita a la Circuncisión, sin embargo, como también nosotros somos miembros de la familia de Dios, debe ser natural para nosotros amar a todos los que lo conocen como su Padre. Esto debería romper todas las barreras de iglesia o credo, raza o nacionalidad, porque el parentesco espiritual es más fuerte que cualquier vínculo físico. Los hijos de Dios son uno por un lazo permanente e indisoluble, y la vida renovada se somete al estímulo e inspiración de la más grande de todas las relaciones.

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