En esto sabemos que permanecemos en él ... por su Espíritu , etc. Por su Espíritu , es decir, la participación del Espíritu, la comunicación de la gracia y la caridad, que son los dones del Espíritu.

En el versículo anterior San Juan decía que Dios permanece en nosotros, y por consiguiente nosotros en Dios por la caridad. Pues así amoroso Él mora en el que ama y en el amado. Porque así nos ama Dios y nosotros Dios. Aquí inculca lo mismo, lo repite y, por así decirlo, lo impone por una razón. La razón es esta: El que tiene el Espíritu de Dios, permanece en Dios, y Dios en él; pero el que tiene caridad, tiene el Espíritu de Dios. Luego el que tiene caridad permanece en Dios y Dios en él.

La premisa mayor es evidente, porque donde está el Espíritu de Dios, allí está Dios mismo. Pero donde está Dios, allí se une al sujeto en el que está, y por la infinitud de su esencia lo incorpora y lo absorbe, de modo que el sujeto debe estar más en Dios que Dios en él. Por tanto, quien tiene en sí mismo la experiencia del Espíritu de Dios, es decir , de la caridad, ese hombre siente la presencia y la liberalidad de Dios.

Siente que Dios está en él y él mismo en Dios, de tal manera que Dios le está otorgando sus dones e imprimiendo en él su imagen perfecta, según las palabras: "El que se une al Señor, un Espíritu es". (1 Co. xii.) Ver. 14. Y nosotros hemos visto y testificamos , etc. Estas palabras tienen referencia al versículo 9, donde dice que Dios nos ha mostrado Su amor al enviar a Su Hijo.

Esto lo prueba y confirma ahora por su propio testimonio y el de los otros Apóstoles. Porque ellos fueron los testigos de ojos y oídos, que vieron, oyeron y conversaron con Cristo Encarnado, como dijo al principio de la Epístola.

Esta es una alusión al Evangelio de S. Juan (Juan 3:17). “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Por eso dice San Bernardo ( de amor Dei, c. 8): "Cristo mismo es nuestro Amor, por quien Te alcanzamos, por quien Te abrazamos: porque de otra manera, oh incomprensible Majestad, podrías parecerte comprensible al alma que te ama? Porque aunque ningún entendimiento de alma o espíritu alguno puede comprenderte, sin embargo, el amor del alma que ama te comprende totalmente tal como eres".

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Antiguo Testamento