- XIII. El nombramiento de los animales

Aquí las facultades intelectuales del hombre pasan de la etapa pasiva y receptiva a la activa y comunicativa. Este avance se realiza en la revisión y designación de las diversas especies de animales que frecuentan la tierra y los cielos.

Una necesidad nueva y final del hombre se declara en . El mismo Creador, a cuya imagen fue hecho, se le había revelado en el lenguaje. Esto, entre muchos otros efectos, despertó el cariño social. Este afecto era el índice de la capacidad social. El primer paso hacia la comunicación entre espíritus afines se logró cuando Adán escuchó y entendió el lenguaje hablado.

Más allá de todo esto, Dios sabía lo que había en el hombre que había formado. Y lo expresa con las palabras: “No es bueno que el hombre esté solo”. Está formado para ser social, para conversar, no sólo con su superior, sino también con su igual. Hasta ahora no es más que una unidad, un individuo. Necesita una compañera, con quien pueda recibir dulces consejos. Y el Creador benévolo resuelve suplir esta necesidad. “Le haré una ayuda idónea para él”: alguien que no solo corresponda a sus sentimientos, sino que también tome una parte inteligente y apropiada en sus actividades activas.

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