Ay del que dice a su padre ... - Es malo y tonto que un hijo se queje de su padre o madre con respecto a su nacimiento, o de su rango y condición de vida. Probablemente, la idea es que, si su hijo, por su nacimiento, se encuentra en circunstancias menos ventajosas que otras, no tendría derecho a quejarse de sus padres, ni a considerarlos haber actuado de manera inapropiada al entrar en la relación matrimonial. Del mismo modo, no sería menos impropio, ciertamente, quejarse de Dios que nos ha traído a la existencia por su propio poder, y que actúa como un soberano en las diversas asignaciones de nuestras vidas. El diseño es reprender el espíritu de quejarse contra las asignaciones de la Providencia, un espíritu que quizás prevaleció entre los judíos, y que de hecho se encuentra en todas partes entre las personas; y para mostrar que Dios, como soberano, tiene derecho a disponer de sus criaturas de la manera que juzgue mejor. El pasaje prueba:

1. Que el hombre está formado por Dios, y que todos sus asuntos son ordenados por él tan realmente como el trabajo del alfarero es moldeado por las manos del trabajador.

2. Que Dios tenía un diseño al hacer al hombre, y al ordenar y organizar sus circunstancias en la vida.

3. Ese hombre está poco calificado para juzgar ese diseño, y no está calificado para pronunciarlo imprudentemente, más de lo que la arcilla podría acusarlo de haberlo trabajado en un recipiente con falta de sabiduría; y,

4. Que Dios es soberano y hace lo que le place. Él ha formado al hombre como él eligió, tan realmente como el alfarero moldea la arcilla en cualquier forma que le plazca. Le ha dado su rango en la creación; le dio un cuerpo así: fuerte, vigoroso y atractivo; o débil, deformado y enfermizo, como quisiera; le ha dado tal intelecto: vigoroso, varonil y poderoso; o débil, débil y tímido, como quisiera; él ha determinado sus circunstancias en la vida, ya sea riqueza, pobreza, un rango elevado o una condición deprimida, tal como lo creía conveniente; y él es soberano también en la dispensación de su gracia, teniendo derecho a perdonar a quien quiera; ni el hombre tiene derecho a quejarse.

Sin embargo, este pasaje no debe aducirse para demostrar que Dios, en todos los aspectos, moldea el carácter y el destino de las personas como el alfarero hace el barro. Se debe tener en cuenta en la interpretación el hecho de que Dios es justo, bueno, sabio y soberano; y ese hombre es un agente moral y está sujeto a las leyes de agencia moral que Dios ha designado. Dios no hace nada malo. Él no obliga al hombre a pecar, y luego lo condena por ello. No lo convierte en un transgresor por el poder físico, ya que el alfarero moldea la arcilla y luego lo condena a la destrucción. Él hace su placer de acuerdo con las leyes eternas de equidad; y el hombre no tiene derecho a cuestionar la rectitud de sus dispensas soberanas.

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