Dios peleó del lado de Israel y les dio la victoria. Josefo relata que, justo cuando comenzaba la batalla, se desató una violenta tempestad con una gran lluvia; y una tempestad de granizo, que, azotando de lleno los rostros de los cananeos, los cegó y los entumeció de frío, de modo que no pudieron usar sus arcos con efecto, ni aun empuñar sus espadas.

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