Deja que los que te temen se vuelvan hacia mí - Deja que tus amigos sean mis amigos. Deja que me muestren favor y cuéntame entre sus compañeros. Si los grandes y los poderosos se apartan de mí; si me persiguen y me hacen mal; si arrojan mi nombre como malvado, y no están dispuestos a asociarse conmigo, deja que tus amigos, por pobres y humildes que sean, me consideren con amabilidad y me consideren entre ellos, y estaré satisfecho.

Y aquellos que han conocido tus testimonios - Tu ley. Aquellos que pueden ver y apreciar la belleza de tus mandamientos. Este es el fundamento de la verdadera amistad en la religión: el amor común de Dios, de su ley y de su servicio. Este es un motivo permanente de afecto. Toda amistad fundada en distinciones terrenales; todo derivado del nacimiento titulado, del rango, de la riqueza, del renombre civil, militar o naval, de la belleza, la fuerza o la nobleza de la forma, debe ser temporal; pero lo que se basa en el apego a Dios, a su ley y al Salvador, permanecerá para siempre.

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