30. En esta emergencia, los hermanos encontraron la oportunidad de enmendar la sospecha con la que al principio lo habían mirado. (30) " Y cuando los hermanos supieron esto, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso". Aprendemos, del propio relato de Pablo de este movimiento, que no fue controlado por su propio juicio, ni enteramente por la de los hermanos. Mientras oraba en el templo, cayó en trance, en el cual el Señor se le apareció y le dijo: “Date prisa y sal pronto de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.

Saúl mismo había llegado a una conclusión muy diferente. A pesar de la disposición asesina de sus oponentes, todavía creía que sus labores entre ellos tendrían éxito. Argumentaba sobre la suposición de que su posición anterior como perseguidor, como ellos, ahora da un peso peculiar, con ellos, a su testimonio y argumentos; y se atrevió a instar esta consideración a la atención del Señor: "Señor, ellos saben que estoy preso y golpeo en cada sinagoga a los que creen en ti; y cuando la sangre de Esteban tu testigo fue derramada, yo mismo estaba presente y consentía en su muerte, y guardaba las vestiduras de los que lo mataron.

"Pero se había equivocado al pasar por alto el odio peculiar asociado al carácter de alguien que podría llamarse desertor, inclinando a los hombres a escuchar más favorablemente a un oponente habitual que a él. El Señor no discutió el caso con él, sino que ordenó perentoriamente él, "Vete; porque os enviaré lejos de aquí a los gentiles.” Los temores de los hermanos fueron confirmados por esta decisión del Señor, y de inmediato lo enviaron a un lugar seguro.

Después de llegar a Cesarea, un breve viaje por el Mediterráneo y por el Cyndus arriba lo llevó a Tarso, el hogar de su infancia, y quizás de su primera madurez. Regresa a sus ancianos padres ya los amigos de su infancia, fugitivo de dos grandes ciudades y desertor de la secta más estricta en la que había sido educado; pero viene a traerles buenas nuevas de gran gozo. Desaparece, en este punto, de las páginas de Lucas; pero no se retira a la inactividad.

Su propia pluma llena el espacio en blanco que deja el historiador. Él dice que fue "a las regiones de Siria y Cilicia, y era desconocido de cara a las iglesias en Judea que estaban en Cristo; pero solo oyeron que el que una vez nos perseguía, ahora predica la fe que una vez destruyó. Y glorificaron a Dios en mí". No mucho después de esto encontramos mención de hermanos en Siria y Cilicia, lo que hace probable que sus labores fueran acompañadas del éxito habitual.

También tenemos motivos para creer que experimentó, durante este intervalo, una parte de los sufrimientos enumerados en el capítulo once de Segunda de Corintios; como las cinco veces que recibió de los judíos cuarenta azotes menos uno, los tres naufragios, y la noche y el día que pasó en lo profundo. No podemos referirlos a un período posterior; porque, desde este intervalo hasta el momento de escribir esa epístola, tenemos una historia continua de su vida, en la que no ocurren.

Ahora nos separamos de Saúl por un tiempo, y mientras él está realizando trabajos y soportando aflicciones, cuyos detalles completos nunca sabremos hasta que lo encontremos en la eternidad, nos volvemos con nuestro guía inspirado, para contemplar algunas escenas instructivas en los trabajos del apóstol Pedro.

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