El libro llega a su fin con una advertencia solemne de no añadir ni quitar de estas palabras de Dios. Ambas tendencias son prominentes en el mundo de hoy. Una gran cantidad de intérpretes son usuarios expertos de la navaja de Joacim, y un número igual, por otro lado, está leyendo en las Escrituras lo que no está allí. Un mal es tan malo como el otro; y todos por igual deben prestar la debida atención a las solemnes amonestaciones de esta última palabra.

La palabra de Dios debe tener un trato honesto, libre de la crueldad de los cortadores y acuchilladores, así como de las inoculaciones de los intérpretes alegóricos y místicos. El que añade y el que quita son igualmente culpables.

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