Ha hablado blasfemias

(εβλασφημησεν). Ya no había necesidad de testigos, porque Jesús se había incriminado a sí mismo afirmando bajo juramento ser el Mesías, el Hijo de Dios. Ahora bien, no sería una blasfemia que el verdadero Mesías hiciera tal afirmación, pero era intolerable admitir que Jesús podía ser el Mesías de la esperanza judía. Al comienzo del ministerio de Cristo, ocasionalmente usó la palabra Mesías de sí mismo, pero pronto dejó de hacerlo, porque era evidente que crearía problemas.

El pueblo lo tomaría en el sentido de un político revolucionario que se sacudiría el yugo romano. Si declinaba ese papel, los fariseos no lo aceptarían porque ese era el tipo de Mesías que deseaban. Pero ya ha llegado la hora. En la Entrada Triunfal, Jesús dejó que las multitudes galileas lo aclamaran como el Mesías, sabiendo cuál sería el efecto. Ahora ha sonado la hora. Ha hecho su reclamo y ha desafiado al Sumo Sacerdote.

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Antiguo Testamento