Nadie sabe a qué abismos de iniquidad caerá un buen hombre, abandonado a sí mismo. Puede negar a su mejor amigo, abandonar a su mayor benefactor e incluso testificar y jurar una mentira conocida. Si no fuera por la gracia de Dios, nunca se levantaría, sino que se hundiría más y más en la maldad y el dolor para siempre.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Antiguo Testamento