Si alguno dice: Amo a Dios, y aun lo diga con la mayor confianza; y odia a su hermano, lo cual hará más o menos si no lo ama; es un mentiroso . Afirma lo falso, aunque quizás no sepa que es así; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, se presenta diariamente en sus sentidos para elevar su estima, o mover hacia él su bondad o compasión; ¿Cómo amará a Dios, a quien no ha visto?Cuyas excelencias no son objeto de sus sentidos, sino que se descubren imperfectamente en sus obras de creación, providencia y gracia, o en las declaraciones y promesas de su palabra; su naturaleza invisible es un obstáculo para que lo amemos, que nuestras mentes débiles y carnales no pueden vencer fácilmente.

De hecho, nunca podríamos amarlo a menos que, como observa el apóstol, su amor fuera derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Y este mandamiento lo tenemos de él tanto de Dios como de Cristo; El que ama a Dios, ama a su hermano en Cristo también es decir, cada uno, cualesquiera que sean sus opiniones o formas de culto pueden ser, simplemente porque él es el niño y lleva la imagen de Dios. La intolerancia es propiamente la falta de este amor puro y universal. Un fanático solo ama a aquellos que aceptan sus opiniones, y los ama por eso, no por el amor de Cristo.

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