Y se arrodilló ante Elías y le suplicó expresando tanto reverencia por su persona como temor a los juicios de Dios, siendo golpeado por la suerte de los otros dos capitanes y sus cincuenta. No hay nada que se obtenga al contender con Dios: si queremos vencer con él, debe ser por medio de la súplica. Y son sabios los que aprenden la sumisión de las fatales consecuencias de la obstinación en los demás.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad