Se levantó y descendió con él sin temer la ira del rey, ni la de Jezabel, ni todas sus fuerzas: en lo que da un ejemplo eminente de su fe en la protección de Dios y de la obediencia a sus mandamientos. Y él dijo en su misma cara: Ni el rey se atrevió a ponerle las manos encima, intimidado por su presencia, y con gran valor y confianza; y atemorizado con la terrible evidencia tardía de su poder ante Dios. Así dice el Señor, por cuanto , etc. Probablemente hubo más discursos entre ellos de los que se registran aquí. Pero esta fue la conclusión de todos, que la sentencia que Dios había pronunciado contra él era irreversible; y por tanto, que no debe esperar vivir mucho más, sino aprovechar el tiempo que le queda para arrepentirse de sus pecados y hacer las paces con Dios.

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