¡Ojalá fueran sabios! O si consideraran debida y sabiamente los tratos de Dios hacia ellos, y tan felizmente previnieran los males que de otro modo les sobrevendrían en las generaciones venideras. ¿Cómo se puede perseguir a mil Un israelita? Excepto que su roca los había vendido. Su Dios, que era su refugio y defensa, los había abandonado y los había entregado a la voluntad de sus enemigos. Encerrándolos, por así decirlo, en la red que sus enemigos les habían tendido.

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