¿Es mi queja al hombre? No: si lo fuera, veo que no tendría mucho sentido quejarse. No presento mi queja ni espero alivio de usted ni de ningún hombre; pero solo de Dios. Le expongo mis quejas; a él apelo. Que sea él quien juzgue entre tú y yo. Ante él estamos en igualdad de condiciones y, por lo tanto, tengo el privilegio de ser escuchado tan bien como usted. Y si fuera así Si mi queja fuera al hombre; ¿Por qué no se turbará mi espíritu? ¿No tendría yo motivo para preocuparme? Porque no me miraron, ni siquiera me entenderían correctamente; pero mi queja es para Dios, que me permitirá hablar, aunque tú no lo hagas.

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